Su esposo es estéril y dice que esta embarazada de el a su 62 años de edad.

Hay parejas que pagarían oro para tener hijos y que, por alguna razón médica, no pueden concebir, mientras hay muchas otras que ni siquiera parecen tener que esforzarse mucho para formar una familia. Y después, hay casos muy raros como el de Jenny, una mujer de 62 años, y el de su marido, que a pesar de la edad muy avanzada y las condiciones improbables, han “milagrosamente” concebido a su tercer hijo.

Lo que despierta curiosidad es el hecho que Jenny tuvo su último ciclo menstrual hace 16 años, poco antes de entrar en la menopausia. Al mismo tiempo, su marido, un hombre de 72 años, había optado por una vasectomía. Con estas condiciones, el tercer embarazo de Jenny ha sido un verdadero milagro.

Imaginen el asombro al encontrarse embarazada a los 62 años, a pesar de la menopausia y con un marido de 72 años que se había sometido a un procedimiento quirúrgico de esterilización.

Las posibilidades de quedar embarazada eran realmente bajas para Jenny, conocida en las redes sociales como “the good wifey”.

La mujer se comprometió en responder a las preguntas de otras madres en la red y afirma que, si bien las personas expresan a menudo frases como “quizás eres demasiado vieja para tener un hijo”, su marido recibe mucho más aprecio y aliento por haber logrado concebir un niño a los setenta años.

Igualmete, Jenny ha sido criticada por algunas personas al haber elegido llevar adelante el embarazo a pesar de su edad muy avanzada, mientras que otros les dieron su apoyo.

“No hay nada malo en ser una madre más grande. Estoy feliz por ti”, se lee entre los comentarios; y más: “Tuve mis hijos a los 24, 26, 28, 30, 37, 40, 43 y 48 años. Bendiciones a todas las edades”.

Otra madre compartió su pensamiento: “Estoy embarazada de dos mellizos y tengo 42 años. Tuve mi quinto hijo a los 40 años. Mi cuerpo dice lo que puedo hacer. No le presto atención a nada más”.

Es cierto, el problema de ser padres “ancianos” surge a medida que los hijos crecen y nos damos cuenta que no somos capaces de sostenerlos en brazo o que no podemos compartir con ellos determinadas actividades más “juveniles”.

Pero lo que seguramente no cambiará jamás es el amor con el que dos padres cuidan a sus hijos.

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